El traje blanco de don Amadeo
Diorama. Técnica mixta. 26,5x35,3x10,5. 2024
José Manuel López Blay
Don Amadeo tenía el don de la palabra. Como aquellos vendedores de mantas que llegaban a nuestros pueblos a mediados de los sesenta. «¡Hale, chicas, animaos, y si me compráis dos, os regalo un peine y dos pastillas de jabón de tocador!».
A mí me encantaba oírle a Jimi contar una y mil veces la historia de cuando bajó a Segorbe a Casa Gema a comprarse una camisa para las fiestas y, seducido por la palabrería de don Amadeo, el dueño de la prestigiosa tienda de la ciudad episcopal, acabó con un traje blanco, como el de Palito Ortega cuando cantó con Marisol aquello de «Tengo el corazón contento, el corazón contento y lleno de alegría». Puedo imaginarme la cara de la madre de Jimi, una mujer de armas tomar, cuando lo vio aparecer con aquella prenda imposible. «¿Pero tú no querías comprarte una camisa?»
El verano del 83 cenábamos casi todos los días en Casa Pablo. Éramos un grupo divertido, gamberro y con querencia por la juerga.
Un día simulamos que Pili y él se habían casado aquella tarde, y nos paseamos calle arriba y calle abajo, dando vivas a los novios.
Fue la primera vez que Jimi se puso el traje blanco que le endosó don Amadeo. La primera y la única.