Nuestra centenaria: María la Mañoja
NOELIA CASTILLO
Habitantes de Jérica que tengan relatos que contar son todos aquellos que tengan boca y almas que consigan hablar. Es necesario atender los rincones más cercanos de nuestros vecinos, muchas veces de nuestra familia porque de esas vivencias se conservan los relatos de lo que “me contaron que se hacía”. De este modo me encantaba escuchar a María debajo de su mesa camilla. Historias de penurias, hambre y también de curiosidades de época como es el recibo de esta carta de noviazgo de su Jesús Parejo, de cuando su enamorado estuvo destinado en guerra. María sonríe y se ríe, todo junto.
Me cuenta que “esa carta se la copiaban de unos a otros [soldados] y se las mandaban a sus novias”. Lo curioso de la anécdota es la comicidad con la que esta novia cuenta el recibimiento de esta carta, lo Ceferina y Anacleta que resultó siendo La mañoja y lo bien aprendida que tiene las siguientes líneas.
CARTA DE JESÚS PAREJO, MOZO DEL ALTO ARAGÓN
[sin lugar, 1938]
A Ceferina Bermejo, mi cariño y mi ilusión:
Mi querida Ceferina,
Recibí en el campamento la carta del 19 que la leo y la releo y cada vez me gusta más. Me huele a no sé qué, que me aconmueve ver al pueblo. Desde que salí del pueblo, aunque haya cosas que haya visto, estoy medio turulato y me parece que soy más listo porque, aunque uno no quiera se tiene que espabilar de cosas tan estrambóticas que se ven en la capital.
¡Cuánto me acuerdo del pueblo, mis cochinos y mis cabras! Cuando estaba contigo… ¡qué apretones te daba! También hablan de un mortero que aquel que cogen lo hacen cachos que no es como los del pueblo que sirven para hacer gazpacho.
Bueno mi inolvidable chiquilla, sólo te pido una cosa: que me guardes enterito todo lo que tienen las mozas, no me lo vayas a dar como tu amiga Tirila que mientras el novio estaba en el frente, le hincharon la barriga.
Dales muchas de expresiones al cura y al gerador, a la señora boticaria y al conillo integrador.
Y a tu padre y a tu madre mal dolor les mande Dios porque nunca te dejaban solos cuando estábamos solos los dos.
Y tú recibe mil besos mi honorable Anacleta, dos esportones de abrazos y un mordisco en cada teta.
Escribirás de seguida a esta misma dirección, a Juanillo el pinchaúvas, el peor del pelotón. Echa la carta al correo que salgo a cogerla yo.